¿Niño o niña? El porqué de que haya dos sexos
Fuente: abc.es
¿Qué será, niño o niña? En los mamÃferos, incluido el hombre, que nazcan machos o hembras depende de un único elemento de nuestro genoma, el cromosoma Y. Solo los machos lo llevan, junto al otro cromosoma sexual, el X, del que las mujeres tienen dos copias. Por lo tanto el cromosoma Y es el responsable último de todas las diferencias morfológicas y fisiológicas entre los dos sexos.
Aunque no siempre ha sido asÃ. Hace mucho tiempo, en efecto, los cromosomas X e Y eran absolutamente idénticos, y solo en tiempos relativamente recientes el cromosoma Y empezó a diferenciarse del X en los machos. Y también tiende a “encoger”, hasta el punto de que en la actualidad apenas si cuenta con unos 20 genes, nada si se compara con los más de mil que posee el cromosoma X. La revista Nature publica esta semana dos estudios diferentes sobre la cuestión.
Hace 180 millones de años
Pero, ¿cuándo se originó el cromosoma Y y qué genes, entre todos los posibles, se mantuvieron finalmente en él? La respuesta a esta cuestión acaba de ser anunciada por un grupo internacional de investigadores liderado por Henrik Kaessmann, del Instituto Suizo de Bioinformática de la SIB. En su trabajo, han logrado determinar que los primeros “genes sexuales” aparecieron en los mamÃferos hace unos 180 millones de años. Hace muy poco, si se tiene en cuenta que la vida apareció en la Tierra hace más de 3.700 millones de años.
Analizando muestras de numerosos tejidos masculinos de diferentes especies (especialmente de testÃculos), los investigadores recuperaron los genes contenidos por los cromosomas Y de los tres principales linajes de mamÃferos: los placentarios (que incluyen a humanos, simios, roedores o elefantes); los marsupiales (como los opossum o los canguros); y los monotremas (mamÃferos que ponen huevos, como el ornitorrinco y el equidna, una especie de puercoespÃn australiano).
En total, los investigadores trabajaron con muestras de quince especies diferentes de mamÃferos, pertenecientes a los tres linajes. Para hacer comparaciones, añadieron además muestras obtenidas de gallinas.
En lugar de secuenciar por completo el cromosoma Y, lo que habrÃa supuesto una “tarea colosal” en palabras de Diego Cortez, uno de los autores del estudio, los cientÃficos optaron por “tomar un atajo”. Comparando las secuencias genéticas de tejidos de machos y de hembras, eliminaron todas aquellas (secuencias) que eran comunes a ambos sexos. Las que quedaron tras la criba correspondÃan solo al cromosoma Y. El proceso supone el mayor “mapa genético” del cromosoma masculino del que se dispone hasta la fecha.
El estudio necesitó más de 29.500 horas de computación. Una tarea gigantesca y que no habrÃa podido abordarse sin los más modernos medios técnicos, como secuenciadores genéticos y ordenadores con una gran capacidad de cálculo.
¿Cuestión de temperatura?
Los resultados del estudio muestran que un mismo gen determinante del sexo, llamado SRY, surgió en un ancestro común de marsupiales y mamÃferos placentarios hace unos 180 millones de años. Y que otro gen, llamado AMHY, responsable del surgimiento del cromosoma Y en los monotremas, tiene una antigüedad parecida, 175 millones de años. Ambos genes, según Henrik Kaessmann, “están implicados en el desarrollo de los testÃculos” y surgieron “casi al mismo tiempo pero de una forma totalmente independiente”.
Sin embargo, y a pesar de este espectacular avance, la naturaleza del sistema de determinación del sexo presente en el ancestro común de todos los mamÃferos (de los tres linajes) sigue siendo un misterio, ya que ese ancestro vivió muchos millones de años antes de que surgieran los cromosomas Y a los que se refiere el estudio.
¿Qué fue, pues, lo que desencadenó la necesidad original de distinguir entre machos y hembras? ¿Se debe quizá a algún otro factor genético aún desconocido o se podrÃa achacar a meros factores ambientales, como la temperatura? Esta última posibilidad dibuja, según los investigadores, un escenario más que plausible, dado que la temperatura es capaz, por ejemplo, de determinar el sexo de las crÃas de los cocodrilos actuales.
Sin embargo, por lo que respecta a los mamÃferos, y por tanto a nosotros mismos, la cuestión sigue abierta.